Francisco Colombatti tiene 32 años y es graduado del Doctorado en Ciencias Biológicas de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas (FBCB). Desde hace cuatro años es el Líder de Proyecto de la empresa Molinos Agro, donde desarrolló un tratamiento microbiológico que impide el crecimiento de la bacteria salmonella y de los hongos productores de las micotoxinas en la harina de soja.
Gracias a este proyecto recibió el premio de “Innovadores menores de 35 Argentina y Uruguay 2016” de MIT Technology Review, la publicación del Instituto Tecnológico de Massachusetts y la autoridad global en el futuro de la tecnología, identifica y reconoce cada año a jóvenes innovadores que a través de su trabajo dan solución a los problemas que afectan a nivel mundial.
“Cuando salí de la Facultad jamás imaginé que iba a transitar este camino. Si bien uno ingresa con mucha expectativa nunca se imagina lograr atravesar un trayecto tan largo en tan poco tiempo” resaltó el joven innovador.

Sobre el proyecto ganador
Dentro de las normas de seguridad que deben cumplir los derivados del poroto de soja se encuentra la necesidad de que no contengan salmonella ni micotoxinas.
La salmonella es una bacteria que resulta un patógeno conflictivo porque no mata al animal, sino que lo mantiene vivo pero sin capacidad de ganar peso, por lo que el granjero lo alimenta pero sin resultados. Esto significa una pérdida enorme para el trabajador.
Las micotoxinas son sustancias tóxicas producidas por hongos que afectan a los animales vertebrados en bajas concentraciones. Su ingestión, contacto con la piel o inhalación causa efectos como la inhibición de la síntesis de proteínas, daño al sistema inmunológico y pulmones, e incrementación de la sensibilidad a las toxinas bacterianas.
Es por esto que la contaminación conlleva un impacto tanto ambiental como económico. Si al exportarse una partida de insumos derivados de la soja se le detecta algunos de los patógenos mencionados, puede provocar el bloqueo comercial en aquel país o, en caso de que logre ingresar, la empresa debe hacerse cargo de la descontaminación, lo que implicaría un arduo trabajo a distancia y un alto costo. La harina y el aceite de soja son unos de los principales productos de exportación de la Argentina, por lo que no se puede vender con incertidumbres.
“Luego de mi graduación en la FBCB comencé de lleno en este trabajo, que fue uno de los objetivos por el cual me contrató la compañía, que ya tenía un producto previo al que desarrollamos pero bastante más precario, con menor cantidad de cepas y principalmente con menor actividad y mayores costos de producción” contó Colombatti.
Su meta fue dividir los costos de producción para hacerlo más escalable e incrementar la eficiencia contra los distintos patógenos de interés.
El producto consiste en una mezcla de seis fermentos, conformado por seis cepas lácticas y propiónicas, es decir, unas producen ácido láctico y otras ácidos propiónico, como metabolito principal en su fermentación. Concluida la fermentación individual, se mezclan y se hace una dilución que se envía directamente a la harina, a través de un sistema de aspersión.
El sistema de aspersión cuenta con una bomba que transporta la dilución a un pico de aspersión que genera una neblina seca en diferentes ángulos sobre una cascada de harina. Luego cae en una rosca mezcladora que homogeniza el producto, para ser transportado a un centro de almacenamiento a la espera del embarque.
Este tratamiento se aplica en un punto en que la harina se encuentra prácticamente estéril, al salir de la secadora que insufla aire caliente entre 140 y 160°. Luego se enfría y se aplica el producto.
Esta nueva tecnología ya fue patentada y consiguió la licencia en FUGRAN, una de las compañías líder en fumigación de granos y post cosecha a nivel nacional e internacional. “Están muy conformes con el resultado. Ellos son un gran aval de nuestro producto, como así también de mí como profesional” remarcó Francisco.

Premio MIT Technology Review
Es la edición en castellano de MIT Technology Review, una revista publicada por Technology Review Inc., compañía independiente de medios de comunicación propiedad del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Este Instituto tiene como objetivo avanzar en el conocimiento y educar a los estudiantes en la ciencia, la tecnología y otras áreas de investigación que servirán mejor a la nación y el mundo en el siglo XXI. Buscan desarrollar en cada miembro de su comunidad, la capacidad y la pasión para trabajar con prudencia, de forma creativa y efectiva para la mejora de la humanidad.
Todos los años el MIT abre una convocatoria, donde se debe enviar algún proyecto innovador, junto a un curriculum vitae y dos cartas de recomendación de figuras referentes. En el caso de Francisco fueron de Ernesto Ventrici, gerente de Desarrollo Tecnológico de Molinos Agro, y de Martín Villa, el CEO de FUGRAN, compañía que licenció su producto.
Sobre esta información se hace una evaluación a través de una consultora que reúne a 300 expertos y líderes de todo el mundo, entre ellos gerentes de compañías, directores de institutos de desarrollo tecnológico y científicos. Luego se hace una primera selección de unos 20 proyectos. Cada rama junta un experto para que los evalúe y de allí se eligen los mejores 10 a través de perfiles más especializados.
En este caso se hizo el reconocimiento en conjunto de Argentina y Uruguay, y hubo aproximadamente 150 postulaciones. “Este año tuve la suerte de estar entre los galardonados por el MIT” resaltó Colombatti.

Experiencia en la FBCB
Francisco Colombatti realizó sus estudios de grado en la FBCB. Es Licenciado en Biotecnología desde el 2009, año en el cual comenzó su Doctorado en Ciencias Biológicas. Trabajó hasta mediados del 2012 en la realización del Doctorado y a partir de septiembre de ese año inició su trabajo como Líder de Proyecto de Molinos Río de la Plata (actualmente Molinos Agro). Una de sus responsabilidades es mantener la calidad microbiológica de la harina de soja en una instalación como es la de Molinos Agro, en la localidad de San Lorenzo, donde se pueden moler 20.000 toneladas de soja por día, y que produce más de 4 millones de toneladas al año. La calidad microbiológica de la harina hoy en día es un parámetro contractual, ya que para comercializarla no debe contener ni salmonella ni micotoxinas.
“Todas las herramientas técnicas que adquirí son las que fui utilizando a lo largo de mi desarrollo profesional. Y obviamente un montón de habilidades en lo que concierne al contacto con la gente. Estoy totalmente agradecido con la FBCB, todo lo que soy es por los cimientos que generé dentro de la Facultad” expresó Francisco.
En tanto, respecto a sus primeros pasos en Molinos Agro remarcó “Uno ingresa con mucha expectativa a un trabajo nuevo y en un área que desconoce. Yo nunca había salido del ámbito académico y de repente pasar a uno industrial fue empezar a ver por donde pasaba todo. Aprendí mucho y aprecio la experiencia que adquirí. Considero de todas maneras que todavía hay un mucho para trabajar. El hecho de pertenecer a una industria tan grande como es Molinos Río de la Plata me permitió relacionarme con otras industrias y ver que aún hay un miles de oportunidades en nuestro país para los perfiles técnicos que hay que aprovechar”.

Futuras aplicaciones
Colombatti contó que se están realizando pruebas en otros ámbitos donde también surgen conflictos de contaminación con salmonella. Su idea es apuntar a la posibilidad de extrapolar este tipo de tecnología a otras industrias que no sólo tengan que ver con la molienda de soja.
Hicieron pruebas en harina de sangre, que es un aditivo que proviene de mataderos y se seca en spray como así también en “cama de pollos”, que es el piso dónde los animales depositan su materia fecal.
Hasta ahora las pruebas fueron muy buenas y se obtuvieron grandes resultados, por lo que se espera un muy buen funcionamiento.