El 24 de marzo de 1976 un grupo de militares derrocó al gobierno de María Estela Martínez de Perón e instauró la dictadura más sangrienta de la historia argentina, que se extendió hasta 1983.

Varios años antes, el 31 de marzo de 1964, en Brasil tuvo lugar un golpe de estado contra el presidente João Goulart. Los militares gobernaron el país hasta la elección de Tancredo Neves en 1985.

“Durante los años ‘60 en Brasil y hasta los ’70 en Argentina, florecieron las aspiraciones de la burguesía nacional y el proletariado, reivindicando reformas de base apoyadas por estudiantes, intelectuales y políticos de izquierda, que impulsaban la nacionalización de la economía y la redistribución de la riqueza. Esto generó un fuerte conflicto con los intereses del gran capital internacional”. Este fue el contexto en el que Livia Diana Rocha Magalhães ubicó la irrupción de los golpes cívico-militares en estos países. La docente investigadora de la Universidad Estadual del Sudoeste de Bahía brindó la conferencia "Enseñanza Superior en Brasil y la Argentina: enfrentamiento entre el presente y pasado reciente de la dictadura cívico-militar", en el marco del proyecto "La comunicación educativa entre las ciencias: la perspectiva de un currículo común que integre ciencias humanas y naturales", del Programa de Centros Asociados para el Fortalecimiento de Posgrados Brasil-Argentina (CAFP-BA 044/13 - CAPES/SPU). Organizada por la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas, la charla tuvo lugar en una de sus aulas el pasado miércoles 26 de marzo, en conmemoración del Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia.

Algunas similitudes y diferencias
Rocha Magalhães explicó que los países latinoamericanos, especialmente Brasil y Argentina, desde la década del ‘40 venían siendo monitoreados política y económicamente por Estados Unidos. “Pero es llamativo el crecimiento exponencial de estas llamadas ‘políticas de ayuda’ durante los gobiernos militares llevadas adelante dentro de la ‘Alianza para el Progreso””. En este marco, la dictadura brasileña realizó una gran inversión en el sistema de educación superior. “Desde el punto de vista teórico se basó en la teoría del capital humano, que incentivaba el desarrollo de las disciplinas técnicas, que apuntan a aumentar la productividad, en detrimento de las ciencias sociales". Se construyeron grandes laboratorios y se subvencionó la formación de posgrado de los docentes universitarios: “se generó una elite de científicos capacitados en el extranjero, que estaban totalmente alejados de la realidad social. No se incentivaba la reflexión, la discusión, se formaba mano de obra disciplinada”.

Con respecto a las escuelas, se utilizó la pedagogía tecnicista y las acciones aplicativas. Las universidades públicas eran de elite, se dificultó mucho el acceso y se promovió la educación universitaria privada para quienes no podían ingresar: “las familias que tenían poder adquisitivo enviaban a sus hijos a escuelas privadas a través de las cuales luego podían ingresar a universidades públicas de buena calidad, mientras que los hijos de la clase trabajadora recibían enseñanza pública de baja calidad y asistían a universidades o institutos menos valorizados o universidades privadas nocturnas”, apuntó Rocha Magalhes.
La situación en Argentina fue similar pero con algunas diferencias, en el sentido que “se devastó la educación y las condiciones políticas y económicas del pueblo. Aquí la represión no solo interrumpió el proceso de expansión y regionalización sino que también redundó en una reducción drástica de la matrícula universitaria”, señaló la profesora. “Mientras recortaban el financiamiento para algunas universidades, se redireccionaban para instituciones menores más complacientes con el régimen. En este proceso de relocalización de recursos -en el cual el volumen de los aportes era inverso a las necesidades reales-, el mayor beneficiario fue el sector terciario no universitario”. A su vez, se realizó un corte drástico en el financiamiento a la investigación, “tanto para organismos como el Conicet (que había sido creado en 1958), como para las universidades. Se eliminaron los complementos salariales de los docentes con dedicación exlusiva”. Este es uno de las contrastes entre las historias de estos países: “mientras que en Brasil se realizó una gran inversión para la posgraduación de sus profesores, en Argentina esto ni siquiera era un requisito formal para la docencia universitaria”, resaltó Rocha Magalhães. A esto agregó que “hoy Brasil posee un gran número de doctores y grupos de investigación avanzada, pero continúa teniendo una profunda crisis en la enseñanza básica y una fuerte tendencia a la llamada ‘universidad de mercado’”.

Reivindicar la memoria
Finalmente, Livia Rocha Magalhães realizó un balance acerca de la importancia de la reflexión de asuntos del pasado reciente. “Las universidades tienen un rol fundamental: difundir el conocimiento sin restricciones y garantizar la autonomía de producción y pensamiento”. Es por eso que “los estudiantes constituyen una categoría esencial, sin ellos no existiría la enseñanza superior, la renovación científica y pedagógica. Por esto debemos reflexionar: ¿qué tipo de jóvenes profesionales y científicos pretendemos formar?”. Al respecto, la profesora rescata una frase del pedagogo Paulo Freire, para quien “todo acto educativo es un acto político”. “Es por esto que es fundamental acudir a la memoria, discutir las dictaduras, las pérdidas que recién ahora estamos recuperando y recurrir al saber interdisciplinar como campo de construcción cotidiana de la democracia”.

Sobre la disertante
Livia Diana Rocha Magalhães es Licenciada en Pedagogía (1983), Magister en Educación de la Universidad Federal de São Carlos (1992), doctora en Educación de la Universidad Estadual de Campinas (1999), realizó una estadía en la Universidad Complutense de Madrid, tiene un Postdoctoral Fellow en Psicología Social de la Universidad del Estado de de Río de Janeiro (UERJ) con pasantía en la Universidad Complutense de Madrid. En la actualidad es profesora titular de la Universidad Estatal del Suroeste de Bahía, coordinadora del Museo Pedagógico y vice-coordinadora del Programa de Posgrado en Memoria: Lengua y sociedad. Tiene experiencia en el área de la educación, con énfasis en políticas educativas, memoria generacional, la historia y la historia de la educación.