Investigadores de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y el Conicet buscan reducir el nivel de sal que contienen los quesos, una forma de contribuir con la salud de los consumidores. Luego de los primeros ensayos, lograron disminuir de 1,2 a 0,8 % el nivel de sal en el queso mozzarella, una proporción que no afecta notablemente ni su sabor ni sus propiedades. La idea es continuar con las pruebas hasta llegar a un umbral óptimo de salado.

El trabajo, llevado adelante en el Instituto de Desarrollo Tecnológico para la Industria Química (Intec), parte de la premisa de que en el país hace falta disminuir el consumo de sal, ya que el exceso trae aparejado desarrollo de hipertensión o problemas renales, entre otros. Particularmente en Argentina se estima que la ingesta de sal por habitante es cercana a los 12 gramos por día, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) sugiere que lo óptimo deberían ser unos 5 gramos diarios.

“Además de otorgar sabor, la sal agregada durante la elaboración del queso regula el crecimiento de microorganismos, participa del desarrollo de algunas propiedades físicoquímicas y modifica la hidratación de las proteínas presentes. Teniendo en cuenta ésos y otros datos, analizamos cómo influía la disminución de cloruro de sodio durante la maduración de queso mozzarella”, indicó Guillermo Sihufe, docente de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas (FBCB) de la UNL e investigador del Conicet.

Propiedades
Sihufe recordó que hace unos años probaron sustituir un porcentaje del cloruro de sodio por otro tipo de sal como el cloruro de potasio. Sin embargo, la adición de ese compuesto significaba un paso más en la elaboración de los quesos que podía aparejar complicaciones tecnológicas. Además, los investigadores detectaron cierto sabor amargo asociado al cloruro de potasio. Por lo tanto, una alternativa interesante podría ser directamente reducir la cantidad de sal tratando de no afectar la calidad final de los productos.

“La sal en los quesos tiene diferentes funciones. Una está asociada al control de los microorganismos. Otra, al desarrollo de la estructura básica o característica del queso en función de cómo interviene en la disponibilidad de agua que queda en su interior, lo que determinará que se modifiquen algunas de sus propiedades, fundamentalmente las relacionadas con la textura. Por otro lado, el cloruro de sodio está vinculado con el sabor, ya que habitualmente nos gusta percibir el gusto salado cuando comemos ciertos alimentos”, manifestó el investigador.

En este sentido, luego de diferentes ensayos, lograron reducir la cantidad de sal que posee habitualmente el queso mozzarella, con buenos resultados. “Evaluamos las cualidades funcionales y las características físicoquímicas, reológicas, los eventos bioquímicos que ocurren en ese queso y los aspectos sensoriales que definen su identidad, y tuvimos resultados alentadores”, resaltó.

Probar y decidir
La idea es reducir aún más los niveles de sal sin que el alimento pierda su textura, fundibilidad y elasticidad, entre algunas de las propiedades importantes para el queso mozzarella. A la vez, someterán el lácteo a paneles de consumidores para que den sus opiniones: “Es interesante ver cómo la propia estructura, la matriz del queso y sus componentes, también influyen en la percepción que tiene el consumidor cuando degusta un trozo de queso. Esto se debe a que la cantidad de sal agregada afecta también la capacidad que tienen algunos componentes presentes en la matriz, por ejemplo, para retener o liberar compuestos asociados al aroma característico del producto. Son aspectos que pueden influir de diferente manera; por eso, la idea es llegar a bajar el contenido de sal, pero que continúe siendo un queso agradable para el consumidor”, opinó Sihufe.